Traducción: Alma Delia Cervantes
Edición: Alexiis
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"En vano construyen una ciudad cuando primero deben construir a hombre”
El repertorio de la agenda del hombre lo trasciende a sí mismo, siendo su yo espiritual, ya que está influenciado por la necesidad limitada de probarse a sí mismo en este mundo físico a través de la adquisición de riqueza, condición de poder y fama.
Él se digna a ser rey de su mundo a través de la construcción de imperios que brillan con el deseo egoísta para la gratificación de sus sentidos, mientras que su alma permanece en ausencia marchitándose.
El canaliza su energía en las construcciones de naturaleza material, donde su mundo se convierte en un indicativo sintonizado a los anhelos sensuales. Su valor se mide en cantidad no en calidad. Sus creaciones son un producto de sus sentidos no de su mente.
No hay aspiración espiritual en medio de sus creaciones materiales, científicas y tecnológicas. Las estructuras educativas actualmente en vigor permiten al hombre crear sin propósito divino. El sistema es independiente de y falla al inculcar las enseñanzas necesarias para el hombre para dar prioridad a lo que es importante para su elevación o para contextualizar el papel de la experiencia física en la evolución del hombre. Incluso la educación religiosa es a lo sumo, optimista en su intento de enseñar al hombre acerca de Dios y por lo menos falla para completar su propósito.
El hombre ofrece aquello que se construye sobre cimientos de arena con ninguna premisa firme. Su regalo a la humanidad aunque superlativo, es superficial. Construcciones de piedras son meramente cáscaras sin un indicio de inspiración y pueden ser fácilmente alteradas por los vientos de cambio ya que pueden inminentemente barrerlos de sus "pies".
Las creaciones del hombre carecen de seriedad. La dimensión física ha tenido prioridad y todo lo que se enseña restringe la capacidad del hombre para encontrar su verdadera vocación y así servir a su causa mayor que es encontrar su verdadero valor y sentido de Dios.
Se preguntan por qué el hombre carece en sus acciones y obras, de la nobleza del carácter de Dios. El dios del hombre está muy lejos de la luz que realmente es. El logro del hombre es un buen augurio para una gratificación instantánea, pero no promete para mañana. Su alma se ha cauterizarado, incapaz de respirar en el hombre su verdad, que permitirá al hombre encontrar y desarrollar su carácter basado en los atributos divinos.
La nobleza del hombre es reemplazada ya que su objetivo perenne es plagiar las prácticas serviles de otros y se convierten en pálidos seguidores en lugar de ser líderes principales.
Les quiero enseñar a ustedes que la construcción debe comenzar dentro de cada uno de ustedes. Cuando ustedes se convierten en una sólida base equilibrada con el conocimiento de que llevan una luz inextinguible que limpia valores inmortales otorgados por la Poderosa presencia dentro de ustedes, se convierten en la piedra angular de la luz en el reino de Dios. Ustedes pueden salir firmemente al mundo para ser una semilla que ayuda a otros a encontrar y vivir su supremacía inmortal.
Se trata de comprender que el cimiento es lo que importa. Su mundo ha sido desintegrando durante algún tiempo y antes de que se den cuenta la pirámide se derrumbará con un estruendo poderoso.
Su civilización ha nacido y es criada por los elementos transitorios de la avaricia, el consumismo, la lujuria, las agendas de servirse a sí mismos y el orgullo. No hay un rayo espiritual defendiendo las infraestructuras de su mundo. Es abrazado por el empedernido dominio de las manos de mal que durante eones, han conspirado para bloquear al hombre en la prisión de sus sentidos, de modo que él permanece denso para su verdad.
Su mundo está desprovisto de carácter, nobleza innata y honor divino, porque el hombre carece de los atributos y del conocimiento necesario para construir una civilización sostenible. Cualquier civilización sostenible debe basarse en lo que perdura y sólo las leyes y los procesos de Dios perduran por la eternidad. Las leyes naturales de la práctica universal deben convertirse en el eje de su civilización.
Hasta ahora hemos identificado los síntomas y la causa de la decadencia de su civilización y ahora deben centrarse en un remedio que sostendrá y creará una base firme que es irrompible e inamovible. La educación mis queridos es la panacea. No hablo de la educación como ustedes la conocen.
La educación del hombre de la que hablo debe ser dirigida a la mente del hombre, no a sus sentidos o al cerebro. Él tiene que ser reprogramado para pensar como un ser universal superior, que es para lo que él ha nacido. Él debe aprender que la soberanía no se equipara con las coronas de las posesiones materiales o hablando de la situación por otros. Debe ver que la soberanía es su derecho de nacimiento y que se debe enseñar a cómo tener acceso a su riqueza y estatus divino desde dentro. El hombre debe aprender que la vida sólo reside en el espíritu y eso es todo lo que realmente vive. El pensamiento introspectivo debe ser enseñado. El hombre debe aprender a colocar la dimensión material/física en el contexto de su evolución y ser entrenado para ver lo real de lo irreal.
Las leyes de Dios y la creación se deben volver a enseñar al hombre y él debe hacer frente al entendimiento de que estas leyes son inviolables si él está para ascender hasta la dimensión más alta. Él debe aprender que estas leyes son una parte natural de su verdadero yo, que durante eones ha abandonado al preferir las leyes del hombre. Se le debe pedir a él que tome una visión objetiva de su mundo y que identifique la causa de su degeneración para que pueda por sí mismo entrar en una profunda comprensión de que él contribuyó a su declive a través de su participación en esas leyes hechas por el hombre que no guardan semblanza de la ley natural.
El hombre debe reconocer que es un fragmento de lo divino, cuyo objetivo final es llegar a ser una manifestación de lo divino y, por tanto, alentarlo a atraer todo lo que va a crear una alineación divina.
El hombre debe aprender que él no será juzgado sólo por los tribunales de la ley, pero en última instancia por el Gran Espíritu dentro, al que él sigue siendo responsable y justificable. En resumen, el hombre debe encontrar a Dios dentro, comprender el significado de esa presencia, liberar su divinidad que puede manifestar su valor en el plano material de la existencia y luego aceptar su responsabilidad divina al Dios interno y de cada fuerza de vida de la creación
Los sistemas educativos deben funcionar para servir a la causa mayor de la existencia del hombre, que es la ascensión del hombre. Los que ya están educados en este camino deberán servir como ejemplos vivos para los que no están completamente educados en los caminos de la luz. Porque el hombre tiende a prosperar en las asociaciones y lo que la mayoría haga establecerá la pauta para los demás.
Yo los Invito a cada uno de ustedes desde este momento para encontrar ese portal que ofrece la entrada a su alma, que se familiaricen con sus valores y virtudes y forjen una identidad vinculada a su origen cósmico. Es tiempo de que el alma del hombre se convierta en el rostro de su mundo. No hay mayor honra y belleza que uno que lleva su alma como su abrigo exterior ya que su luz de Dios brilla en felicidad. Queridos cuando puedan desbloquear la joya de ustedes, morarán en su verdadero hogar y traerán el "hogar", siendo la luz y la vida del dominio de Dios en su civilización. Es sólo entonces que el carácter cósmico se pondrá en su civilización y se reinstalará un estado de equilibrio.
Yo soy Germain y me he esforzado para mostrarles que el hombre debe ser "hecho" antes que la civilización sea construida, pues el hombre es la base de la civilización. Si el hombre abraza a la luz y la vida, entonces la civilización prosperará. No estoy aquí para hacer el trabajo por ustedes, así que les pido que vayan a su interior y se asesoren en cuanto a cómo van a crear las estructuras y metodologías educativas para realizar este objetivo. Manejen esto como un reto a su mente de Dios.
08 de agosto 2010 • Archivado bajo Exhortaciones de los Maestros, Saint Germain
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